29 marzo 2006
Tiempo de Amargura General
Érase un pequeño delgado y extenso país el cual se destacaba por su constante lucha para pertenecer al mundo desarrollado, en más de una ocasión estuvo a punto de hacerlo sino fuera por el casi. Siempre terminaban conformándose con un “pronto lo lograremos” esgrimido hasta el cansancio por sus autoridades…. Bueno, esta pequeña nación obviamente, continuó trabajando para llegar a su meta, ordenó y solucionó la gran mayoría de sus problemas sociales, políticos y económicos, lo que fue bien visto por las naciones del primer mundo, esto también atrajo el respeto e interés de los grandes inversionistas extranjeros por el pequeño y empeñoso país.
Así, rápidamente comenzó a surgir y a destacarse entre sus vecinos, la verdad sea dicha, despertaba una especie de envidia entre las naciones que lo rodeaban. Ya que sus relaciones con las grandes potencias eran óptimas y esto le trajo avances de todo tipo, en especial tecnológicos.
Sus habitante estaban orgullosos, hasta se podría decir que estaban alegres de vivir en un país cada vez más atractivo, sabían que eran vistos por el resto del mundo con interés. Se jactaban de la rapidez con que habían cambiado el rostro de su capital con grandes y modernos edificios inteligentes, entre otros muchos avances. De hecho la parte mas moderna ya era conocida por sus habitantes como “Sanhathan” en alusión a la ciudad norteamericana.
Pero su última y más alabada modernización tenía que ver con la renovación de su arcaico sistema vial, que no se condecia con el resto de avances que se destacaban con orgullo en la remozada ciudad, donde no hacia mucho se habían comenzado a construir las carreteras más modernas de Sudamérica, sólo comparables a las de los países de verdad, se enorgullecían sus habitantes. También se implementó un sistema de locomoción pública con buses de fuelle y, nuevas líneas de metro, todo ad-hoc a las necesidades del emergente país.
Las nuevas y rápidas supercarreteras eran esperadas con ansias, harto habían soportado los ciudadanos en pos de su construcción que simplemente urgía. Porque las antiguas calles y avenidas estaban llenas de hoyos, más bien cráteres, que ya los tenían al borde del colapso, más los enfermantes tacos en las horas punta y, los prolongados tiempos de desplazamiento por las atochadas y antiguas arterias, simplemente hacían sus vidas insufribles. E indiscutiblemente dichas vías no se condecian con las vías de una nación casi al borde del desarrollo.
El tiempo pasó rápido, a pesar de la ansiedad, que parece detener las horas, los días y años cuando se desea que algo llegue luego. el plazo se cumplió con algunos contratiempos ¡pero se cumplió! todos estaban obnubilados con las nuevas carreteras que se veían extensas, serpenteantes, imponentes con su pavimento liso, inmaculado, cubriendo la gran capital.
Había que pagar por usarlas, no importaba valía la pena son los costos del desarrollo se conformaban los conductores. Además las campañas publicitarías los habían machacado constantemente durante la construcción de las vías y, cual seres alienados tras las promesas de una mejor vida con mas tiempo para si, estas nuevas supercarreteras eran la realización del ansiado deseo de liberarse de los odiados hoyos y eternos tacos, algunos males del subdesarrollo que por fin desaparecerían.
Pero más temprano que tarde, como en todo cuento de terror, las cosas comenzaron a cambiar, aparecieron negros nubarrones que ensombrecieron los buenos augurios. Repentinamente los administradores del moderno sistema vial, obviamente una empresa del mundo desarrollado, decidió comunicar una noticia que simplemente sorprendió a los usuarios del subdesarrollado país.
Esta empresa amparada por los contratos que había firmado con los respetables representantes del ministerio de caminos y otros fines viales supuestos defensores de los intereses de los habitantes, autorizaba a los concesionarios a subir los precios por la circulación por la vía en los “horarios de saturación”. Horarios de saturación ¿qué es esto? Se preguntaron, con desazón los usuarios, se dieron cuenta que pronto deberían pagar más por meterse en un supertaco en una nuevísima supervía. Justamente en los horarios en que iban a su trabajo o de vuelta a su hogar.
Ahora, increíblemente la situación se revertía violentamente, los desolados conductores paradójicamente tendrían que pagar más caro para terminar igualmente metido en un insufrible supertaco, de pronto todo volvió al principio, de pronto los invadió una sensación de vacío de amarga impotencia.
Según los expertos de la empresa concesionaria y del gobierno era la única forma de hacer más expedita la vía en las horas de mayor circulación. Nadie entendía nada ¿pero si hace sólo un año nos incitaban a usar las nuevas supervías? Nos decían que serían la solución a nuestros problemas de tráfico. ¿Qué paso? Se preguntaban los perturbados conductores. “Sólo serán algunos portales y en algunos horarios” dijeron, Los dueños del sistema. Pero los habitantes ya no estaban tan seguros y comenzaron a hacerse preguntas:
¿Es posible creer que especialistas de la talla y experiencia de los que realizaron la vía no hicieron estudios que considerara el aumento del parque automotriz de la capital?
¿Por qué nos cargan el mal diseño de la ruta?
¿O ex profeso realizaron entradas y salidas de las mismas tan pequeñas?
¿Quién garantiza que en breve tiempo el cobro “por saturación de vías” no se extenderá a toda la red que cubre nuestra moderna capital?
¿Por qué NO DEJAR DE COBRAR si estamos metidos en un súper taco, en vez de querer subir la tarifa?
¿Por qué no prohibir la circulación de vehículos pesados y lentos como camiones durante las “horas de saturación”?
Sería el colmo se decían desconsolados, que terminemos metidos en fenomenales supertacos, en bonitas supercarreteras y más encima pagando súper precios por usarlas. Cuando lo que nos prometieron era absolutamente contrario o esa promesa ya se olvidó ¿esa promesa no tenía valor? ¿dónde está el gobierno?, dónde esta nuestro supuesto defensor en contra de los abusos a los más necesitados y contra la siempre esforzada clase media.
No faltaron los más críticos, que pensaban que estas carreteras siempre se pensaron para los más poderosos, para los más ricos que no tendrían problema en pagar más para tener las supervías a su disposición. pero ¿qué pasaba con ellos? ¿qué pasaba con la promesa de que ellos podrían tener mejor calidad de vida?, Para estar más con sus familias o por último para tener más tiempo para ellos, para gastarlo en lo que quisieran y, no perderlo detrás del volante de un auto o sentado en un hermoso moderno y nuevo bus, metidos en un tremendo y moderno supertaco…
¿Qué pasa, no terminan de preguntarse?
Así, rápidamente comenzó a surgir y a destacarse entre sus vecinos, la verdad sea dicha, despertaba una especie de envidia entre las naciones que lo rodeaban. Ya que sus relaciones con las grandes potencias eran óptimas y esto le trajo avances de todo tipo, en especial tecnológicos.
Sus habitante estaban orgullosos, hasta se podría decir que estaban alegres de vivir en un país cada vez más atractivo, sabían que eran vistos por el resto del mundo con interés. Se jactaban de la rapidez con que habían cambiado el rostro de su capital con grandes y modernos edificios inteligentes, entre otros muchos avances. De hecho la parte mas moderna ya era conocida por sus habitantes como “Sanhathan” en alusión a la ciudad norteamericana.
Pero su última y más alabada modernización tenía que ver con la renovación de su arcaico sistema vial, que no se condecia con el resto de avances que se destacaban con orgullo en la remozada ciudad, donde no hacia mucho se habían comenzado a construir las carreteras más modernas de Sudamérica, sólo comparables a las de los países de verdad, se enorgullecían sus habitantes. También se implementó un sistema de locomoción pública con buses de fuelle y, nuevas líneas de metro, todo ad-hoc a las necesidades del emergente país.
Las nuevas y rápidas supercarreteras eran esperadas con ansias, harto habían soportado los ciudadanos en pos de su construcción que simplemente urgía. Porque las antiguas calles y avenidas estaban llenas de hoyos, más bien cráteres, que ya los tenían al borde del colapso, más los enfermantes tacos en las horas punta y, los prolongados tiempos de desplazamiento por las atochadas y antiguas arterias, simplemente hacían sus vidas insufribles. E indiscutiblemente dichas vías no se condecian con las vías de una nación casi al borde del desarrollo.
El tiempo pasó rápido, a pesar de la ansiedad, que parece detener las horas, los días y años cuando se desea que algo llegue luego. el plazo se cumplió con algunos contratiempos ¡pero se cumplió! todos estaban obnubilados con las nuevas carreteras que se veían extensas, serpenteantes, imponentes con su pavimento liso, inmaculado, cubriendo la gran capital.
Había que pagar por usarlas, no importaba valía la pena son los costos del desarrollo se conformaban los conductores. Además las campañas publicitarías los habían machacado constantemente durante la construcción de las vías y, cual seres alienados tras las promesas de una mejor vida con mas tiempo para si, estas nuevas supercarreteras eran la realización del ansiado deseo de liberarse de los odiados hoyos y eternos tacos, algunos males del subdesarrollo que por fin desaparecerían.
Pero más temprano que tarde, como en todo cuento de terror, las cosas comenzaron a cambiar, aparecieron negros nubarrones que ensombrecieron los buenos augurios. Repentinamente los administradores del moderno sistema vial, obviamente una empresa del mundo desarrollado, decidió comunicar una noticia que simplemente sorprendió a los usuarios del subdesarrollado país.
Esta empresa amparada por los contratos que había firmado con los respetables representantes del ministerio de caminos y otros fines viales supuestos defensores de los intereses de los habitantes, autorizaba a los concesionarios a subir los precios por la circulación por la vía en los “horarios de saturación”. Horarios de saturación ¿qué es esto? Se preguntaron, con desazón los usuarios, se dieron cuenta que pronto deberían pagar más por meterse en un supertaco en una nuevísima supervía. Justamente en los horarios en que iban a su trabajo o de vuelta a su hogar.
Ahora, increíblemente la situación se revertía violentamente, los desolados conductores paradójicamente tendrían que pagar más caro para terminar igualmente metido en un insufrible supertaco, de pronto todo volvió al principio, de pronto los invadió una sensación de vacío de amarga impotencia.
Según los expertos de la empresa concesionaria y del gobierno era la única forma de hacer más expedita la vía en las horas de mayor circulación. Nadie entendía nada ¿pero si hace sólo un año nos incitaban a usar las nuevas supervías? Nos decían que serían la solución a nuestros problemas de tráfico. ¿Qué paso? Se preguntaban los perturbados conductores. “Sólo serán algunos portales y en algunos horarios” dijeron, Los dueños del sistema. Pero los habitantes ya no estaban tan seguros y comenzaron a hacerse preguntas:
¿Es posible creer que especialistas de la talla y experiencia de los que realizaron la vía no hicieron estudios que considerara el aumento del parque automotriz de la capital?
¿Por qué nos cargan el mal diseño de la ruta?
¿O ex profeso realizaron entradas y salidas de las mismas tan pequeñas?
¿Quién garantiza que en breve tiempo el cobro “por saturación de vías” no se extenderá a toda la red que cubre nuestra moderna capital?
¿Por qué NO DEJAR DE COBRAR si estamos metidos en un súper taco, en vez de querer subir la tarifa?
¿Por qué no prohibir la circulación de vehículos pesados y lentos como camiones durante las “horas de saturación”?
Sería el colmo se decían desconsolados, que terminemos metidos en fenomenales supertacos, en bonitas supercarreteras y más encima pagando súper precios por usarlas. Cuando lo que nos prometieron era absolutamente contrario o esa promesa ya se olvidó ¿esa promesa no tenía valor? ¿dónde está el gobierno?, dónde esta nuestro supuesto defensor en contra de los abusos a los más necesitados y contra la siempre esforzada clase media.
No faltaron los más críticos, que pensaban que estas carreteras siempre se pensaron para los más poderosos, para los más ricos que no tendrían problema en pagar más para tener las supervías a su disposición. pero ¿qué pasaba con ellos? ¿qué pasaba con la promesa de que ellos podrían tener mejor calidad de vida?, Para estar más con sus familias o por último para tener más tiempo para ellos, para gastarlo en lo que quisieran y, no perderlo detrás del volante de un auto o sentado en un hermoso moderno y nuevo bus, metidos en un tremendo y moderno supertaco…
¿Qué pasa, no terminan de preguntarse?